Relación: emoción y movimiento
La importancia de la relación con el adulto cuidador
Apuntes sobre el papel del psicomotricista relacional
Hendrik Vaneeckhaute
En el proceso de desarrollo de una criatura, la relación con la persona adulta cuidadora es de fundamental importancia.
La vida es movimiento, sin movimiento no hay desarrollo, ni aprendizaje. Cada vez hay más consciencia de la importancia del movimiento para el desarrollo equilibrado, incluso para el aprendizaje intelectual. En el inicio del movimiento hay emoción, emotio, “aquello que te mueve hacia”. Nuestra emoción se origina en los estímulos que recibimos, nos atraen o nos alejan. Es la base del aprendizaje, pero también la base de nuestra relación con el otro y con el entorno. La madre es nuestro primer entorno, y por lo tanto es la base de nuestra exploración hacia el mundo. Nuestro organismo siempre se adaptará al entorno, y por lo tanto aprenderá desde los estímulos del entorno y de la forma cómo los vivimos. Entender el entorno es una necesidad tan básica como el afecto o la alimentación.
Durante los primeros años de vida, el vínculo con la persona adulta de referencia que acompaña el proceso de desarrollo y aprendizaje es fundamental. De ello depende la relación básica que tendrá la criatura con el mundo que le rodea: si es un lugar seguro, en el cual relacionarse con el otro se hace desde el respeto, la aceptación o el placer, o si es un lugar inseguro en el cual la vivencia del otro se basa en la frustración, el ignorar o el rechazo.1
Ignorar las necesidades básicas de contacto y de relación durante los primeros años de vida genera un estrés profundo en el organismo, que se expresa en inseguridad y que se visualiza en la falta de exploración, o en el exceso de tensión y rechazo al otro. De la primera relación con el adulto dependerá la regulación de la agresividad natural: equilibrada, demasiado baja, con poco movimiento de explorar y relacionarse, o demasiado alta, con demasiado movimiento y tensión, generando conflicto.
El adulto cuidador es el primer y más importante ‘objeto’ de relación en el proceso de desarrollo de la criatura. La seguridad básica en la vida está condicionada por la calidad de la relación con la principal figura de cuidado. Esta seguridad básica determina
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la calidad de las futuras relaciones (relaciones abiertas y equilibradas, sin necesidad de someterse, ni de imponerse)
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la seguridad para explorar (y por lo tanto la capacidad de aprender)
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la autoconfianza para mostrarse en el mundo y seguir el propio camino
En la psicomotricidad relacional, el eje de trabajo es precisamente la relación. En la psicomotricidad relacional se trabaja desde la vivencia placentera en un entorno que permite el juego libre, que permite la expresión de todas las emociones, que permite disfrutar y explorar todos los movimientos, sean pocos, tímidos, desde la observación y el recogimiento o sean desde la expansión, exploración o agitación.
El objetivo de ese movimiento libre es facilitar la vivencia de una relación equilibrada y equilibradora con el entorno, con los demás y con el adulto en su papel como psicomotricista.
En la psicomotricidad relacional, la principal herramienta que tenemos para trabajar es la relación de confianza que logramos establecer con las criaturas. Una relación que se construye desde la aceptación de l@s niñ@s con todas sus emociones y agresividad. Con el único límite de no hacer daño, el papel del psicomotricista es el de facilitar la regulación de la agresividad y de la expresión emocional. Y para ello, el psicomotricista debe de estar presente, y ofrecerse al juego de l@s niñ@s con ese objetivo.
Un papel nada fácil, y en el cual influyen muchos factores, como la calidad del entorno físico (la calidad de la sala de psicomotricidad), el tamaño del grupo de niños, la experiencia y la formación del psicomotricista.
Para Winnicott, el proceso de desarrollo del niño depende de ser sostenido y cuidado por una madre suficientemente buena. Y así debe ser el profesional que trabaje con niños, no debe ser perfecto, pero sí, suficientemente bueno. Además Winnicott afirma que el juego en sí es terapéutico para los niños, pero también lo es cualquier relación que un adulto cuidador establece con los niños. Y eso requiere de conocimiento de las necesidades reales de los niños, además de una dosis sana de empatía. Estos dos elementos, conocimiento y empatía, deberían de ser el eje fundamental en la formación de cualquier profesional que trabaje con niñ@s.
Hendrik Vaneeckhaute
Psicomotricista relacional y especialista en prevención y salud infantil
1Ver también el texto, La memoria emocional.